DIPLOMADO DE AEROMEDICINA Y TRANSPORTE DE CUIDADOS CRÍTICOS V GENERACIÓN
Emergencias Gastrointestinales
POR: E. en MEEC Dr. Carlos Alberto Cortés Soto.
Marzo, 2019
" La desviación del hombre del estado en que fue originalmente colocado por la naturaleza parece haberle demostrado ser una fuente prolífica de enfermedades"
- Edward Jenner -
INTRODUCCIÓN
El
sistema gastrointestinal, es un sistema muchas veces olvidado en una situación de
urgencia; sin embargo ciertos trastornos gastrointestinales pueden amenazar la
vida y requieren en algunos casos tratamiento quirúrgico de urgencia. Estos
trastornos son diversos e incluyen desde la hemorragia gastrointestinal, la
obstrucción mecánica del tracto gastrointestinal, el íleo (cese temporal de los
movimientos contráctiles normales del intestino), la apendicitis (inflamación
del apéndice) y hasta la peritonitis (inflamación del revestimiento de la
cavidad abdominal). Cabe mencionar que su mortalidad principal se relaciona
muchas veces al desarrollo de estado de choque; por lo que deberemos ser
capaces de identificar y tratar. A continuación se tocan las principales
patologías a reconocer por el personal de salud.
DOLOR ABDOMINAL
El dolor abdominal
puede ser consecuencia de problemas a lo largo del tracto gastrointestinal o en
cualquier otro sitio del abdomen. Tales situaciones incluyen la rotura
esofágica, perforación de una úlcera, síndrome del intestino irritable,
apendicitis aguda, pancreatitis y cálculos biliares. Algunos de estos
trastornos son relativamente poco importantes, mientras que otros pueden ser
potencialmente mortales. El médico tiene que decidir si se necesita un
tratamiento inmediato o si se puede esperar hasta que se disponga de las
pruebas diagnósticas.
Diagnóstico y tratamiento
La naturaleza del dolor y su relación temporal con la ingesta o los
movimientos puede proporcionar al médico datos para el diagnóstico. Si otros
miembros de la familia han tenido un trastorno abdominal similar, como cálculos
biliares, puede que la persona esté aquejada de lo mismo.
El aspecto general de la persona puede proporcionar datos importantes.
Por ejemplo, la ictericia (un tinte amarillento de la piel y del blanco de los
ojos) sugiere una enfermedad del hígado, de la vesícula biliar o de las vías
biliares.
El médico examina el abdomen en busca de zonas dolorosas y de masas.
Cuando se presiona suavemente la pared del abdomen, la persona siente dolor, y
cuando se retira súbitamente la mano, el dolor es aún más intenso por un
momento (maniobra conocida como signo de la descompresión positivo). Esto
indica generalmente una inflamación del revestimiento de la cavidad abdominal
(peritonitis).
Las pruebas diagnósticas para el estudio de un dolor abdominal incluyen
análisis de sangre y de orina, radiografía, la ecografías y la tomografía
computadorizada (TC). Cuando el dolor abdominal parece ser consecuencia de una
obstrucción intestinal, de la perforación de algún órgano (como la vesícula
biliar, el apéndice o el intestino), o bien de un absceso (una acumulación de
pus), a menudo se realiza de urgencia una intervención quirúrgica del abdomen
con finalidad exploratoria (laparotomía).
HEMORRAGIA GASTROINTESTINAL
La hemorragia puede ocurrir en cualquier sitio a lo largo del tubo
digestivo (gastrointestinal) desde la boca hasta el ano. Se manifiesta como
sangre en las heces o en los vómitos, o puede no evidenciarse (sangre oculta) y
detectarse solamente mediante pruebas diagnósticas. La hemorragia en cualquier
punto del tracto gastrointestinal puede ser de mayor gravedad si existe además
un trastorno de la coagulación.
Síntomas
Los síntomas posibles incluyen vómitos de sangre (hematemesis),
evacuación de heces de coloración negra alquitranada (melena) y pérdida evidente
de sangre por el recto (hematoquecia). Las heces de color negro alquitranado
son el resultado de una hemorragia en la parte alta del tubo digestivo (por
ejemplo, en el estómago o en el duodeno; el color negro se debe a la exposición
de la sangre al ácido gástrico y a su digestión por las bacterias durante
varias horas antes de abandonar el cuerpo). Alrededor de 60 mililitros de
sangre pueden producir heces alquitranadas. Un episodio de hemorragia intensa y
única puede producir heces alquitranadas durante una semana, por lo que la
evacuación continuada de heces con estas características no indica
necesariamente una hemorragia persistente.
Las personas con hemorragias de larga evolución pueden tener síntomas de
anemia, como cansarse con facilidad, palidez anormal, dolor en el pecho y
mareo. En personas que no presentan estos síntomas, se puede detectar una
disminución importante de la presión arterial cuando se incorporan.
Los síntomas que indican una pérdida de sangre importante son un pulso
acelerado, una presión arterial baja y una disminución de la cantidad de orina.
El paciente puede tener las manos y los pies fríos y húmedos. La reducción del
aporte de sangre al cerebro causada por la pérdida de ésta puede ocasionar
confusión, desorientación, somnolencia e incluso shock.
Los síntomas de una hemorragia importante pueden ser muy variables, en
función de alguna otra enfermedad que pueda padecer la persona. Por ejemplo,
una persona con enfermedad de las arterias coronarias puede desarrollar
repentinamente angina (dolor en el pecho) o síntomas de un ataque cardíaco. En
un individuo con una hemorragia gastrointestinal abundante, pueden empeorar los
síntomas de otras enfermedades (como la insuficiencia cardíaca, la hipertensión
arterial, la enfermedad pulmonar y la insuficiencia renal). En los que padecen
una enfermedad del hígado, la hemorragia en el intestino puede provocar una
acumulación de toxinas que, a su vez, causan síntomas como cambios en la
personalidad, en la consciencia y en la capacidad mental (encefalopatía
hepática).
Diagnóstico
Después de una hemorragia importante, la medición del hematócrito (un
tipo de análisis de sangre) generalmente muestra una baja concentración de
glóbulos rojos. El conocimiento de los síntomas responsables de un episodio de
hemorragia puede ayudar al médico a determinar la causa del mismo. El dolor
abdominal que se alivia con la comida o con antiácidos sugiere una úlcera
péptica; sin embargo, las hemorragias de las úlceras a menudo no se acompañan
de dolor. Los fármacos que pueden dañar el revestimiento gástrico, como la
aspirina, pueden causar hemorragias en el estómago, con aparición de sangre en
las heces.
Una persona con una hemorragia gastrointestinal, que haya perdido el
apetito y que pierda peso sin razones aparentes, es examinada con el fin de
detectar la presencia de un cáncer. Así mismo, si alguien presenta dificultades
para tragar, debe ser examinado en busca de un cáncer de esófago o un
estrechamiento del mismo. Los vómitos y las arcadas intensas antes de una hemorragia
sugieren un desgarro en el esófago, pero cerca de la mitad de las personas con
esta lesión no vomita con antelación. El estreñimiento o la diarrea junto con
la hemorragia o la presencia de sangre oculta en las heces pueden ser
consecuencia de un cáncer o de un pólipo en la parte baja del intestino,
particularmente en los mayores de 45 años. La sangre fresca por encima de las
heces puede ser causada por hemorroides o por un problema en el recto, como un
cáncer.
El médico examina al paciente en busca de indicios que lo conduzcan al
origen de la hemorragia. Por ejemplo, durante una exploración del recto se
buscan hemorroides, grietas en el recto (fisuras) y tumores. Posteriormente se
eligen las pruebas si se sospecha que la hemorragia procede de la parte alta
del tubo digestivo (esófago, estómago y duodeno) o de la parte baja (porción
inferior del intestino delgado, intestino grueso, recto y ano).
La sospecha de problemas en la parte alta del tracto gastrointestinal se
investiga generalmente primero introduciendo una sonda por la nariz hasta el
estómago y extrayendo líquido. El líquido gástrico que se asemeja al poso de
café es ocasionado por la digestión parcial de la sangre, lo que indica que la
hemorragia es escasa o que se ha detenido. La sangre roja y brillante indica
una hemorragia activa y vigorosa. A continuación, el médico utiliza un
endoscopio flexible (un tubo de visualización) para examinar el esófago, el
estómago y el duodeno en busca de la causa de la hemorragia. Si no se encuentra
una gastritis o una úlcera en el estómago o en el duodeno, se puede realizar
una biopsia (obtención de una muestra de tejido para su examen al microscopio).
Ésta puede determinar si la hemorragia es consecuencia de una infección por
Helicobacter pylori. Si es así, se instaura un tratamiento con antibióticos y
habitualmente la infección se cura.
En la parte baja del tracto gastrointestinal se buscan pólipos y
cánceres mediante radiografías, tras la administración de una enema de bario, o
bien utilizando un endoscopio. El médico puede observar directamente la porción
inferior del intestino con un anoscopio, un sigmoidoscopio flexible o un
colonoscopio.
Si estas investigaciones no aclaran el origen de la hemorragia, se puede
realizar una angiografía (radiografías tras la inyección de una sustancia
radiopaca) o una gammagrafía tras la inyección de glóbulos rojos marcados con
una sustancia radiactiva. Estas técnicas son especialmente útiles para desvelar
si el origen de la hemorragia es consecuencia de una malformación de los vasos
sanguíneos.
Tratamiento
En más del 80 por ciento de las personas con hemorragia
gastrointestinal, las propias defensas del cuerpo la detienen. Las personas que
continúan sangrando o que tienen síntomas de una pérdida significativa de
sangre a menudo son hospitalizadas y, generalmente en una unidad de cuidados
intensivos.
En caso de gran perdida de sangre puede ser necesaria una transfusión.
Se pueden utilizar concentrados de hematíes en lugar de sangre entera, evitando
sobrecargar la circulación sanguínea con exceso de líquidos. Una vez restaurado
el volumen de sangre, el paciente es estrechamente vigilado por si aparecen
signos de nuevas hemorragias, como un aumento de la frecuencia cardíaca, una
disminución de la presión arterial, o una pérdida de sangre por la boca o el
ano.
La hemorragia a partir de las venas varicosas de la porción inferior del
esófago (venas esofágicas) se puede tratar de varias maneras. Se puede colocar
un catéter con un globo hinchable por la boca hasta el esófago e inflarlo para
ejercer presión sobre el área sangrante. Otro método consiste en inyectar en el
vaso sangrante un irritante químico que causa inflamación y cicatrización de
las venas.
La hemorragia gástrica puede a menudo ser detenida mediante maniobras
realizadas con un endoscopio; tales maniobras consisten en la cauterización del
vaso sangrante con corriente eléctrica o la inyección de un material que
provoca la coagulación en el interior de los vasos sanguíneos. Si fallan estos
procedimientos, puede ser necesaria una intervención quirúrgica.
La hemorragia procedente de la parte baja del intestino no suele
requerir tratamiento de urgencia. Sin embargo, en caso necesario se realiza una
endoscopia o una cirugía abdominal. A veces, en este último caso, el punto de
la hemorragia no se puede localizar con precisión, y debe extirparse un
segmento del intestino.
OBSTRUCCIÓN MECÁNICA DEL INTESTINO
La obstrucción mecánica del intestino es la presencia de un bloqueo que
dificulta gravemente el tránsito de su contenido o que lo impide por completo.
Una obstrucción puede ocurrir en cualquier segmento del intestino. La
parte por encima de la obstrucción continúa funcionando. A medida que se va
llenando de alimentos, líquido, secreciones digestivas y gases, se va hinchando
progresivamente (como una manguera hecha de goma blanda).
En recién nacidos y lactantes, la obstrucción intestinal suele ser
causada por un defecto congénito, una masa dura de contenido intestinal
(meconio) o una torsión del propio intestino (vólvulo).
En los adultos, la obstrucción del duodeno puede ser debida a un cáncer
de páncreas, a la cicatrización de una úlcera o al desarrollo de cicatrices por
una intervención quirúrgica previa o por una enfermedad de Crohn, así como por
adherencias, en que una banda fibrosa de tejido conectivo bloquea el intestino.
También puede producirse una obstrucción cuando parte del intestino se dilata a
través de una abertura anormal (hernia), como puede ser un área de debilidad en
los músculos del abdomen, donde queda bloqueado. En casos más raros, la
obstrucción puede deberse a un cálculo biliar, una masa de alimentos sin
digerir o a una colección de gusanos.
En el intestino grueso, el cáncer es la causa más frecuente de
obstrucción. Un asa colónica torsionada o una masa de heces endurecida
(impactación fecal) también pueden causar una obstrucción.
Si una obstrucción interrumpe el aporte de sangre al intestino, el
trastorno se conoce como estrangulación. La estrangulación ocurre en cerca del
25 por ciento de los casos de obstrucción intestinal. Generalmente resulta del
bloqueo de parte del intestino en una abertura anormal (hernia estrangulada),
por la torsión de un asa del intestino (vólvulo) o por la introducción de un
asa dentro de otra (intususcepción). En un plazo tan corto como el de 6 horas
puede desarrollarse la gangrena. Ésta comporta la muerte de la pared
intestinal, lo que generalmente ocasiona una perforación, la cual conduce a una
inflamación del revestimiento de la cavidad abdominal (peritonitis) e
infección. Sin tratamiento, la persona afectada muere.
Incluso sin llegar a la estrangulación, la porción intestinal por encima
de la obstrucción se dilata y el revestimiento mucoso se hincha y se inflama.
Si este trastorno no se trata, el intestino puede perforarse y su contenido se
vierte a la cavidad abdominal, causando inflamación e infección de la misma.
Síntomas y diagnóstico
Los síntomas de una obstrucción intestinal consisten en retortijones
dolorosos junto con una distensión del abdomen. El dolor puede hacerse muy
intenso y constante. Los vómitos, que son habituales, comienzan posteriormente
en el caso de una obstrucción del intestino grueso, más que en la del intestino
delgado. La obstrucción completa provoca estreñimiento grave, mientras que la
parcial puede causar diarrea. La fiebre es frecuente y particularmente probable
si se perfora la pared intestinal. La perforación puede conducir rápidamente a
una inflamación grave y a una infección, causando finalmente un shock. El médico examina el abdomen en busca de zonas dolorosas y deformaciones
de la pared o masas. Los sonidos abdominales normales (ruidos intestinales),
que se oyen a través de un fonendoscopio, pueden estar aumentados y ser muy
agudos, o bien no escucharse. Si la perforación ha causado peritonitis, el
paciente sentirá dolor a la presión del abdomen, que se incrementa cuando el
médico aparta súbitamente la mano (signo de la descompresión positivo).
La radiología puede evidenciar asas intestinales dilatadas que indican
la localización de la obstrucción. También puede mostrar aire alrededor del
intestino y en la cavidad abdominal, lo cual constituye un signo de
perforación.
Tratamiento
Cualquier persona con una obstrucción intestinal es hospitalizada.
Generalmente se introduce una sonda larga y estrecha por la nariz hasta
alcanzar el estómago o el intestino, que se conecta a un sistema de aspiración
para eliminar el material acumulado por encima de la obstrucción. Se
administran por vía intravenosa líquidos y electrólitos (sodio y potasio) con
el fin de reponer el agua y las sales perdidas por los vómitos y la diarrea.
A veces una obstrucción se resuelve por sí misma sin mayor tratamiento,
especialmente si se debe a la presencia de adherencias. Para tratar algunos
trastornos como la torsión de un segmento de la parte baja del colon, se puede
introducir un endoscopio a través del ano o una enema con papilla de bario, lo
cual hace que dicha porción del intestino se infle y se resuelva la obstrucción
por la presión que ejerce. Sin embargo, lo más habitual es realizar una
intervención quirúrgica lo antes posible. Durante la misma, el segmento
bloqueado del intestino puede ser extirpado y los dos extremos libres pueden
unirse de nuevo.
ILEO
El íleo (íleo paralítico, íleo adinámico) es un trastorno en el que se
detienen temporalmente los movimientos contráctiles normales de la pared
intestinal.
Al igual que en una obstrucción mecánica, el íleo impide el tránsito del
contenido intestinal. A diferencia de la obstrucción mecánica, sin embargo, el
íleo raramente deriva en una perforación.
El íleo puede ser causado por una infección o por un coágulo sanguíneo
en el interior del abdomen, por una reducción del aporte de sangre al intestino
debido a la arteriosclerosis o por una lesión de una arteria o una vena
intestinales. También puede ser causado por trastornos extraintestinales (fuera
del intestino), como la insuficiencia renal o valores anormales de electrólitos
en sangre (por ejemplo, una concentración baja de potasio o alta de calcio).
Otras causas de íleo son ciertos fármacos y una glándula tiroides hipoactiva.
El íleo es una circunstancia habitual durante 24 a 72 horas después de una
cirugía abdominal.
Síntomas y diagnóstico
Los síntomas de un íleo consisten en distensión abdominal, vómitos,
estreñimiento intenso y retortijones. Con el fonendoscopio pueden escucharse
escasos ruidos intestinales o incluso ninguno. Una radiografía del abdomen
muestra las asas intestinales dilatadas. En ocasiones, se realiza una
colonoscopia (un examen del colon mediante un tubo de visualización) para
evaluar la situación.
Tratamiento
El objetivo es aliviar la acumulación de gases y de líquido ocasionada
por el íleo. Para ello, a veces se introduce una sonda en el intestino grueso a
través del ano. Además, se introduce por la nariz una sonda hasta el estómago o
el intestino delgado, que se conecta a un sistema de aspiración para aliviar la
presión y la distensión. El paciente no debe comer o beber nada hasta que haya
pasado la crisis. Se administran líquidos y electrólitos por vía intravenosa.
APENDICITIS
La apendicitis es la inflamación del apéndice. El apéndice es un
segmento pequeño y con forma de dedo que sobresale del intestino grueso cerca
del punto donde éste se une al intestino delgado (ciego). El apéndice puede
tener alguna función de tipo inmunológico, pero no es un órgano esencial.
Exceptuando las hernias estranguladas, la apendicitis es la causa más
frecuente de dolor abdominal intenso y súbito y de cirugía abdominal en muchos
países. Este cuadro es más frecuente entre los 10 y los 30 años.
La causa de la apendicitis no está totalmente aclarada. En la mayoría de
los casos, una obstrucción dentro del apéndice puede que desencadene un proceso
en el que aquél se inflama e infecta. Si la inflamación continúa sin
tratamiento, el apéndice se puede perforar. La perforación esparce el contenido
intestinal cargado de bacterias por el abdomen, causando peritonitis, que puede
conducir a una infección con riesgo de muerte. La perforación también puede
causar la formación de un absceso. En la mujer, pueden infectarse los ovarios y
las trompas de Falopio y la obstrucción consiguiente puede ocasionar
infertilidad. Un apéndice perforado también puede hacer que las bacterias
infecten el torrente sanguíneo (estado potencialmente mortal, conocido como
septicemia).
Síntomas
Menos de la mitad de las personas con apendicitis aguda tiene todos los
síntomas más característicos: náuseas, vómitos y dolor muy intenso en la parte
inferior derecha del abdomen. El dolor puede comenzar repentinamente en la
parte superior del abdomen o alrededor del ombligo; luego aparecen las náuseas
y los vómitos. Tras unas pocas horas, de-saparecen las náuseas y el dolor se
traslada a la zona inferior derecha del abdomen. Cuando el médico presiona esta
área, aparece dolor, y cuando súbitamente retira la mano, puede hacerse más
agudo (signo de la descompresión positivo). Es frecuente la fiebre de 37,5 a 38
ºC.
El dolor, particularmente en lactantes y niños, puede estar
generalizado, en vez de localizado en la porción inferior derecha del abdomen.
En personas mayores y en mujeres embarazadas, el dolor es generalmente menos
intenso y el área menos sensible.
Si se perfora el apéndice, el dolor y la fiebre pueden aumentar. Si se
agrava la infección puede producirse un shock.
Diagnóstico y tratamiento
Un análisis de sangre evidencia un incremento moderado en el recuento de
glóbulos blancos, en respuesta a la infección. Generalmente, en las fases
iniciales de la apendicitis aguda, las pruebas (como la radiología, la
ecografía y la tomografía computadorizada [TC]) no son de utilidad.
El diagnóstico se basa en los hallazgos de la exploración física. Para
evitar la perforación del apéndice, la formación de abscesos o la inflamación
del revestimiento de la cavidad abdominal (peritonitis), el médico realiza una intervención
quirúrgica de urgencia.
En casi el 15 por ciento de las intervenciones realizadas con el
diagnóstico de apendicitis, se encuentra que se trataba de un apéndice normal.
Sin embargo, si se retrasa la cirugía hasta asegurarse de la causa del dolor,
la consecuencia puede ser mortal: un apéndice infectado puede perforarse en
menos de 24 horas tras el inicio de los síntomas. Incluso, aunque el apéndice
no sea la causa del proceso, generalmente el cirujano lo extirpa. Después, éste
examina el abdomen e intenta determinar la verdadera causa del dolor.
Con una intervención quirúrgica precoz, las posibilidades de morir son
muy reducidas. El paciente habitualmente puede abandonar el hospital en 2 o 3
días y la convalecencia suele ser rápida y completa.
En el caso de una perforación del apéndice, el pronóstico es más grave.
Hace 50 años, esta lesión con frecuencia era mortal. Los antibióticos han
disminuido el porcentaje de fallecimientos casi hasta cero, pero a veces pueden
necesitarse varias intervenciones quirúrgicas y una larga convalecencia.
La peritonitis es la inflamación del revestimiento de la cavidad
abdominal (peritoneo) causada generalmente por una infección.
El peritoneo es una membrana delgada y transparente que recubre todos
los órganos intraabdominales y la cara interna de las paredes del abdomen. La
peritonitis generalmente es causada por una infección extendida a partir de un
órgano del abdomen. Son causas frecuentes las perforaciones del estómago,
intestino, vesícula biliar o apéndice. El peritoneo es bastante resistente a la
infección. A menos que la contaminación sea muy persistente, no se desarrolla
peritonitis; el peritoneo tiende a curarse con el tratamiento.
La enfermedad inflamatoria pélvica en mujeres sexualmente activas es una
causa frecuente de peritonitis. Una infección del útero y de las trompas de
Falopio (que puede estar causada por varios tipos de bacterias, como las que
causan la gonorrea y las infecciones por clamidias) se extiende por el interior
de la cavidad abdominal. En la insuficiencia hepática o cardíaca, se pueden
acumular líquidos en el abdomen (ascitis) y producirse una infección.
A raíz de una intervención quirúrgica se puede desarrollar una
peritonitis por varias razones. Una lesión en la vesícula biliar, el uréter, la
vejiga o el intestino durante una intervención puede diseminar bacterias por el
abdomen. En las operaciones en las que se unen dos segmentos intestinales,
puede producirse un escape de contenido intestinal a través de los puntos de
sutura.
La diálisis peritoneal (un tratamiento para la insuficiencia renal) con
frecuencia favorece el desarrollo de una peritonitis. La causa habitual es una
infección que se abre paso a través de los drenajes colocados en el abdomen.
La peritonitis también puede ser debida a una irritación sin que exista
infección. Por ejemplo, la inflamación del páncreas (pancreatitis aguda) puede
producir peritonitis. De igual modo, el talco o el almidón de los guantes del
cirujano pueden causar una peritonitis sin infección.
Síntomas
Los síntomas de una infección del peritoneo dependen en parte del tipo y
la extensión de la infección. Generalmente, la persona vomita, tiene fiebre
alta y un abdomen doloroso. Se pueden formar uno o más abscesos y la infección
puede dejar cicatrices en forma de bandas de tejido (adherencias) que al final
pueden producir una obstrucción intestinal.
A menos que la peritonitis reciba tratamiento inmediato, rápidamente se
desarrollan complicaciones. Desaparece el peristaltismo (los movimientos
intestinales) y los líquidos quedan retenidos en el intestino delgado y el
grueso. Desde el flujo sanguíneo también pasa líquido hacia la cavidad
peritoneal. Se desarrolla una grave deshidratación y se pierden electrólitos. A
consecuencia de ello, pueden aparecer complicaciones graves, como insuficiencia
respiratoria, renal o hepática y una coagulación intravascular diseminada.
Diagnóstico
Es fundamental establecer un diagnóstico rápido. Para ello, se obtienen
radiografías con el paciente acostado y de pié; en ellas se puede observar la
presencia de gas libre en el abdomen (fuera del intestino), lo cual indica una
perforación. En ocasiones, se utiliza una aguja para extraer líquido de la
cavidad abdominal con el fin de enviar una muestra al laboratorio para
identificar los microorganismos infecciosos y analizar su sensibilidad a
diversos antibióticos. Sin embargo, la cirugía exploradora es el método
diagnóstico más fiable.
Tratamiento
Generalmente, la primera medida es la cirugía exploratoria de urgencia,
particularmente cuando parece probable una apendicitis, una perforación de una
úlcera péptica o una diverticulitis. Si se trata de un episodio de inflamación
del páncreas (pancreatitis aguda) o de una enfermedad inflamatoria pélvica (en las
mujeres), habitualmente no se realiza una intervención quirúrgica urgente.
Se administran antibióticos de modo inmediato, generalmente varios a la
vez. También se puede colocar una sonda por la nariz hasta el estómago o el
intestino para drenar líquidos y gases. También pueden administrarse líquidos y
electrólitos por vía intravenosa para reponer los que se han perdido.
CONCLUSIONES
Ciertos trastornos
gastrointestinales son potencialmente mortales y en muchos casos requieren
tratamiento urgente. Muchas veces, el tratamiento consiste en una cirugía de
urgencia y la estabilización hemodinámica prequirúrgica es el punto angular de
la terapéutica de todas ellas; ya que múltiples patologías desarrollaran desde
choque séptico, distributivo e incluso hasta la afección cardiaca por
disfunción orgánica múltiple; por lo que más que la identificación; el personal
de salud deberá establecer especial énfasis en el abordaje, tratamiento inicial
y destino final.
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